Más allá del fuego: cómo proteger un centro de datos sin generar más daños

Por Sergio Cantú es Director Técnico de Alliance Specialized Systems

En la mayoría de los centros de datos, los sistemas de protección contra incendios están diseñados para activarse automáticamente cuando detectan condiciones de riesgo. Sin embargo, una descarga no siempre ocurre bajo condiciones ideales, y en muchos casos se han registrado activaciones accidentales por errores humanos, fallas de sensores o falsas alarmas. Estas descargas pueden causar interrupciones críticas incluso cuando no hay fuego.

Los daños no provienen únicamente del agente de supresión, sino también de los efectos físicos que acompañan la descarga. Por ejemplo, ciertos gases se liberan a presiones elevadas y pueden levantar polvo, dañar discos duros sensibles o desalinear equipos. Algunos sistemas generan cambios bruscos de temperatura o niveles de sonido por encima de los 120 decibeles, capaces de afectar físicamente el hardware.

En el caso de los sistemas hidráulicos tradicionales (por ejemplo, rociadores de agua a presión), la descarga de grandes volúmenes puede ser particularmente destructiva en ambientes tecnológicos. El agua puede inundar racks, dañar servidores, provocar cortocircuitos, corroer equipos o arrastrar cables y bandejas. Aun si el fuego fue contenido rápidamente, los daños por agua pueden extenderse por toda la sala blanca y afectar zonas que no estaban involucradas en el incidente. Además, los tiempos de limpieza, secado, recuperación de datos y reemplazo de hardware pueden ser incluso más largos que los derivados del incendio en sí.

La visión integral de la protección en centros de datos

Proteger un centro de datos no debe entenderse únicamente como instalar un sistema que apague el fuego. La verdadera estrategia de protección va más allá: debe combinar medidas activas y pasivas, prevenir incidentes, reducir su impacto y permitir una recuperación rápida si llegaran a ocurrir.

La protección activa incluye todos los sistemas que detectan y combaten el incendio automáticamente (alarmas, agentes de supresión, monitoreo, control de temperatura). También se incluyen aquí tecnologías preventivas como los sistemas de reducción de oxígeno, los cuales mantienen el ambiente controlado por debajo del nivel mínimo necesario para la ignición. Este tipo de solución es ideal para salas críticas y ambientes controlados donde se prioriza la prevención absoluta del fuego, incluso antes de que exista una chispa.

La protección pasiva, por otro lado, se refiere a los elementos que ayudan a contener el fuego o limitar su propagación: muros resistentes, sellado de pasos, cableado con aislamiento especial, ventilación sectorizada, zonas compartimentadas, etc. Una solución robusta debe integrar ambas capas de protección desde la etapa de diseño. Además del riesgo físico al equipo, es fundamental considerar tres aspectos estratégicos: la seguridad de las personas, la continuidad del negocio y la reputación institucional. Un incendio —o incluso una activación incorrecta del sistema— puede afectar a técnicos, personal de TI, proveedores o visitantes. Pero también puede desconectar servicios esenciales, impactar contratos con penalizaciones, e incluso generar una crisis de confianza frente a clientes o autoridades.

Por eso, la evaluación de riesgos ya no puede basarse únicamente en la probabilidad de que ocurra un incendio, sino en el impacto potencial que tendría si sucede. Aunque el riesgo parezca bajo, si el impacto es alto — interrupción de operaciones, pérdida de datos, afectación a usuarios—, la inversión en prevención está plenamente justificada.

Pensar en protección integral es cambiar el enfoque: de apagar incendios a evitar desastres.

Tendencias y tecnologías para minimizar el riesgo colateral

La protección contra incendios en centros de datos ha evolucionado considerablemente. Hoy, la prioridad no es solo apagar el fuego, sino minimizar el daño colateral que puede causar un sistema de supresión, especialmente en entornos donde la continuidad operativa no puede interrumpirse.

Uno de los pilares de esta evolución son los sistemas de detección temprana, como los detectores por aspiración de alta sensibilidad (VESDA), que permiten identificar la presencia de humo incluso antes de que sea visible o genere calor. Esto brinda un margen valioso de tiempo para actuar con control, evitando disparos innecesarios de los sistemas de extinción.

En cuanto a supresión, están ganando relevancia las soluciones no invasivas, como los sistemas de agua nebulizada, que atomizan el agua en microgotas capaces de enfriar y sofocar el fuego con una mínima cantidad de líquido, reduciendo significativamente el riesgo de daño a los equipos tecnológicos. Estas soluciones son especialmente útiles en áreas donde la presencia de agua debe manejarse con extremo cuidado, como salas de servidores o cuartos eléctricos.

También se han desarrollado tecnologías de prevención, como los sistemas de reducción de oxígeno, que mantienen la concentración de oxígeno en niveles seguros para las personas, pero insuficientes para que ocurra ignición. Esta medida reduce el riesgo de incendio de forma constante, incluso antes de que surja una señal de alarma.

Finalmente, un punto crítico es la integración de estos sistemas con la infraestructura del centro de datos, como el BMS (Building Management System), UPS, HVAC, monitoreo ambiental y sistemas de respaldo. Esta integración permite una respuesta coordinada, más inteligente y precisa, adaptada a cada tipo de amenaza.

En resumen, las tecnologías más modernas no solo protegen contra el fuego, sino que lo hacen de forma eficiente, silenciosa y alineada con las necesidades operativas del negocio.

Conclusión

¿Es posible proteger un centro de datos sin destruir lo que intentamos salvar? La respuesta es sí, pero solo si replanteamos la forma en que diseñamos, evaluamos y operamos los sistemas de protección contra incendios. Las tecnologías actuales ofrecen soluciones eficaces y no invasivas, pero su valor real está en cómo se integran, cómo se anticipan al riesgo y cómo equilibran seguridad y continuidad operativa.

La clave no está solo en reaccionar ante una emergencia, sino en prevenirla sin comprometer la disponibilidad, la infraestructura ni la confianza del cliente. Esto requiere una visión integral, donde cada decisión esté alineada con el tipo de operación, el perfil de riesgo y los objetivos estratégicos del negocio.

(datacenterdynamics.com)

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