El reto verde de los centros de datos: reducir la huella de carbono mientras aumenta la demanda

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Desde que nos levantamos hasta que nos vamos a dormir usamos servicios digitales y, aunque no los veamos, centros de datos. Poco importa si se es un usuario final, una empresa de gran tamaño, una pyme o un organismo público: la economía del dato se ha integrado en todo. Esto lleva a que la demanda de datos aumente (un crecimiento del 20% en los próximos cuatro años, según la Asociación Española de Data Centers) y que se necesiten más y más centros de datos. A más data centers activos, más subirá su consumo de electricidad (Arup calcula que ya lo ha hecho entre un 20 y un 40% anual y que su demanda se podría duplicar en 2026) y su huella de carbono.

“Si la nube fuese un país, sería el quinto en consumo de energía”, apunta María Prado, responsable de la campaña de energía, clima y movilidad de la ONG Greenpeace, que publicó en 2017 un estudio sobre su huella, aún de referencia. Todavía existe una cierta opacidad sobre cómo y cuánto se consume en la economía del dato, o al menos así es como lo ven las voces críticas. No es fácil tener la visión completa, incluyendo no solo la electricidad usada en data centers sino también la huella de la red de comunicaciones, de los dispositivos o de la fabricación de la infraestructura; o, como resume la experta, “todo lo que detrás que lo sostiene”. De hecho, la visión crítica “transciende a lo verde”, asegura, e implica cuestionarse modelos económicos, de consumo de agua o hasta de impacto en la sociedad.

Desde la propia industria de la economía digital las cosas se ven de una manera diferente. “Actualmente, los centros de datos representan el 1,5% del consumo eléctrico mundial y según organismos como la IAE para 2030 esta demanda podría duplicarse”, explican desde Adigital, la Asociación Española de la Economía Digital. Tener este dato presente lleva a que la industria se preocupe por su sostenibilidad, algo que en España “se ha consolidado como uno de los pilares estratégicos de los centros de datos”.

Modelos circulares para un centro de datos verde

En este camino hacia lo verde, el sector tecnológico se centra en el modelo. “Los data centers diseñados con criterios de eficiencia energética pueden reducir hasta un 60 % su consumo de energía”, explican desde Adigital. “La reducción efectiva de la huella de carbono y del impacto ambiental en el sector de los centros de datos requiere actuar de manera coordinada en varias áreas estratégicas, combinando tecnología, infraestructuras y marcos regulatorios más ágiles”, explican. Hay que trabajar desde el inicio y comprender todas las ramificaciones.

Una apuesta es la de la circularidad. Según cálculos del estudio Circular Thinking for Data Centres, elaborado por Arup, los modelos circulares podrían llevar a una reducción de hasta el 50% en las emisiones de carbono de los centros de datos. La clave aquí estaría en ver al centro de datos de una manera holística: lo circular empezaría ya desde la construcción, con diseños modulares y flexibles, hasta el aprovechamiento final del calor residual, que se podría ir a calefacciones, “un recurso útil para la comunidad”, como indica Juan Cortés, responsable de Sostenibilidad y Cambio Climático de Arup en España. “Este tipo de iniciativas no solo mejora la eficiencia global del sistema, sino que también refuerza la integración del centro de datos en su entorno, aportando valor añadido y mejorando su percepción social”, señala.

“La huella de carbono de un centro de datos no solo depende de su operación, sino también de cómo se construye”, sintetiza Cortés. Reducir el uso de materiales o simplificar la adaptación futura ayuda a bajar el impacto medioambiental, haciendo hasta más fácil darles una segunda vida a los elementos si se desmonta el centro de datos. “La selección de materiales de bajo carbono embebido y la planificación para el desmontaje y reutilización al final de la vida útil son estrategias clave para minimizar el impacto ambiental desde el inicio”, explica. Reciclar o reutilizar cobre o acero evita las emisiones de la extracción, pero también abre la puerta a nuevas vidas posteriores.

Los green data centers (o centros de datos verdes) son una de las tendencias al alza en el sector en los últimos años, centrándose en lograr la eficiencia energética o la reducción de la huella de carbono del propio edificio.

El significado de sostenibilidad

Por supuesto, en todo esto importa comprender bien de qué se habla cuando se menciona la sostenibilidad. Desde Adigital recuerdan la importancia de “abordar desafíos como la homogeneidad de los datos o la complejidad para medir la huella computacional”. Ellos han creado un marco de gobernanza en uno de sus últimos libros blancos sobre cómo cuantificar y gestionar las emisiones.

¿Es posible entonces encontrar un centro de datos realmente verde? Prado señala que todavía existen “muchas promesas vacías” y apunta ejemplos de greenwashing que han implicado a grandes tecnológicas. Para la experta de Greenpeace todavía quedan muchas incógnitas. Desde la industria, tienen bastante claro que esto se ha convertido “en una de las preocupaciones centrales”, por una cuestión regulatoria, pero también de eficiencia de uso de recursos, económica y hasta social.

Los costes del agua y de la luz

La eficiencia de recursos tiene una vertiente verde, pero también una pragmática. Los costes de la electricidad o la sequía que afectan a la sociedad lo hacen igualmente a las empresas y a sus infraestructuras, incluso siendo críticas como los centros de datos.

Sobre el agua, GlobalData ya advierte de cómo se va a convertir en una preocupación más para los CIO. A la cuestión reputacional de cómo sus data centers presionaban los acuíferos se suma que ellos mismos se enfrentarán al estrés hídrico. Es ahí donde los modelos más sostenibles podrían ser un activo. “El agua es un recurso cada vez más crítico en la sostenibilidad de los centros de datos”, confirma Cortés. “El sector está avanzando hacia soluciones que reduzcan el consumo, como el uso de sistemas de refrigeración en seco o la reutilización de aguas grises y pluviales”, indica, sumando que en algunas zonas se usa agua no potable o desalinizada con energía renovable.

Aun así, el punto más complejo es el de la energía. Los centros de datos necesitan mucha electricidad, lo que sube su peso en el mix de consumo eléctrico en las zonas en las que se encuentran y lo que tiene también un coste económico. “El consumo eléctrico de los centros de datos es uno de los principales retos de sostenibilidad del sector”, apunta el experto. “Para afrontarlo, la clave está en combinar eficiencia energética avanzada, integración de energías renovables y una gestión inteligente de la demanda”, afirma. Apostar por renovables o flexibilizar el consumo ayudaría, como también “diseñar infraestructuras capaces de operar con energía renovable de forma continua”, algo que ahora es tendencia en el sector.

Otro de los elementos que presionan sobre el consumo de agua y de electricidad —y que van más allá de la huella de carbono, aunque impactan en la vertiente social de la sostenibilidad— es que los centros de datos se concentren en ciertas zonas. Tiene lógica operativa: suelen ser lugares clave geográficos (como el puerto de Marsella) o con acceso directo a ciertos recursos (como renovables). Sin embargo, suele complicar las cosas en gestión de esos mismos recursos, impactando en sus vecinos. Cortés destaca la importancia de coordinarse con las voces locales para evitar estos problemas. “La colaboración y la planificación a largo plazo son esenciales para evitar tensiones y garantizar la sostenibilidad”, señala.

Contar con datos claros y una estrategia definida y transparente podría ser también una vacuna potencial contra el greenwashing. ¿Cómo se puede hacer una trazabilidad verde de los centros de datos cuando muchas veces la información fluye más allá de las fronteras físicas de los países en los que operan esas empresas? Desde Adigital señalan que “es fundamental contar con mecanismos de medición fiables que verifiquen las emisiones reportadas”. “Uno de los grandes retos a los que se enfrentan las empresas digitales es que sus emisiones directas son relativamente bajas, mientras que las indirectas, asociadas a proveedores o centros de datos externos, son mucho mayores y requieren estimaciones basadas en muestras”, indican. Para ello, se necesitan “datos verificables” (y señalan que muchos proveedores ya los ofrecen) y herramientas estandarizadas, que midan lo emitido, pero también lo que no se ha llegado a emitir.

Presión normativa

A pesar de ello, todavía falta regulación sobre lo que Prado define como “un enemigo invisible”, ese impacto en huella de carbono que la economía digital tiene más allá del consumo energético. “Todo se puede regular”, insiste la experta de Greenpeace.

Si bien todavía no existen normas en todas las áreas (Europa aún está yendo y viniendo con sus normativas IA, por ejemplo), el sector sí apunta que las leyes ya marcan —o lo harán— parámetros claros en cuestiones verdes. A las normas específicas se suman las generales de compliance medioambiental.

“La regulación y la presión social están impulsando una transformación hacia centros de datos más sostenibles”, señala Cortés. La normativa comunitaria obliga ya a los data centers con más consumo a dar datos sobre energía y emisiones. El analista recuerda que existe un código de conducta para eficiencia energética. “Aunque actualmente es de adhesión voluntaria, está siendo estudiado para su transposición a la normativa española a través de un Real Decreto”, apunta, lo que “podría convertir en obligatorias muchas de las mejores prácticas que hoy son recomendadas”.

“Podríamos decir que se trata de un trabajo conjunto entre regulación, mercado y compromiso empresarial”, aseguran desde Adigital. A la presión legislativa suman la de los consumidores y la de “la propia visión de las empresas de la economía digital”, que ven en esto otra pata más de competitividad. “Reducir emisiones significa reducir costes energéticos, anticiparse a barreras regulatorias y diferenciarse en un ecosistema donde la transparencia empieza a ser una ventaja competitiva”, explican.

Un futuro con más centros de datos

Esto importa porque el futuro pasará por más centros de datos, más grandes y potencialmente más decisivos. Ya nadie debate si la economía digital será la nueva revolución industrial, sino más bien cómo impactará la IA y quién saldrá ganando de ese viraje. Y para que la inteligencia artificial funcione se necesitan potentes data centers.

Esto ha llevado a que los países apuesten en firme por estas cuestiones. “El tema irá por tanto a más, beneficiado también por la apuesta de las autoridades locales y regionales por estas cuestiones». Los proyectos de centros de datos se ven, asegura, como “muy golosos, pero no se valora el impacto medioambiental”.

La industria promete que apuestan por esta carta, pero teniendo en cuenta todas estas ramificaciones. “La expectativa es que los centros de datos sean progresivamente más sostenibles y que la tecnología contribuya a mitigar su impacto”, prometen desde Adigital. Usaremos más lo digital, pero calculan que, en paralelo, se activarán más buenas prácticas.

(computerworld.es)

Les estaremos informando con mucho más detalle, en el marco del informe especial: “Soluciones de infraestructura de Data centers y edge computing, componentes activos (UPS, AAC, generadores, tableros eléctricos, PDU) y pasivos (cables, gabinetes, pisos, accesorios, conectores). Climatización. IA y Ciberseguridad. Buenas prácticas ambientales», que estamos preparando para nuestra edición 216 y publicaremos en el mes de noviembre.

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